“No Nos Dejes Caer en Tentación”
Resista la seducción del maligno...En junio del 2007 fui a Haltom City, un suburbio de la ciudad de Fort Worth, en Texas, como parte de un grupo de ayuda del Ejército de Salvación. Un río se desbordó y alcanzó a una comunidad; varias casas fueron arrastradas por el agua, mientras otras tantas fueron dañadas por la furia de la corriente.
Antes de las lluvias intensas de ese verano, White Branch Creek era sólo un pequeño arroyo que no preocupaba a los vecinos. Aunque en ese tiempo hubo inundaciones en localidades cercanas, las autoridades de Haltom City pensaron que no tenían razones para alarmarse, y no dieron orden de evacuación. Sin embargo, las lluvias torrenciales desbordaron el riachuelo. La corriente golpeó con ímpetu las viviendas, que no estaban construidas para resistir una inundación de esa clase; eran casas móviles que no tenían una base sólida, y su estructura descansaba sobre remolques o ladrillos que ofrecían poca seguridad.
Muchos creyentes son como casas móviles; su fe y obediencia a Dios son devastadas fácilmente por falta de un fundamento firme; ante las tormentas de la vida, ceden débilmente a la tentación. Jesús dijo:
‘Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, soplaron los vientos y azotaron aquella casa. Esta se derrumbó, y grande fue su ruina’. (Mateo 7:24-27)
Como las tentaciones borrascosas llegan a la vida de cada creyente, el mejor “seguro de inundación” que podemos tener en tales tiempos es una vida fundada en la Palabra de Dios.
No todos somos sacudidos de la misma manera. La debilidad de algunos es el materialismo; la de otros el orgullo o egoísmo; también hay los perezosos que no quieren compromisos; y no pocos son vulnerables a la concupiscencia e inmoralidad sexual; otros son ligeros para criticar e, incluso, envidiosos. El reto de muchos es decidir entre mentir o decir la verdad. Cuando analizamos cualquier tentación vemos que muchas siempre están relacionadas con uno de los siguientes tres tipos de impulsos o motivaciones humanas:
- Apetitos naturales—como alimentos, bebida, o intimidad sexual
- Deseo por las cosas de este mundo, bien sean materiales, tal como una casa cómoda, ropa de marca; o sociales, en forma de obtener el respeto o admiración de otros.CapitÁN Alan J. GonzÁlez
- Deseos de sentirnos bien con quien somos y ser exitosos.
Ciertamente, Dios nos creó con ciertos apetitos físicos, la capacidad para apreciar la belleza y la comodidad, la necesidad de establecer conexiones sociales, y la motivación para ser hacer y buscar lo mejor. Sin embargo, cada uno de esos motivadores, si no los controlamos antes que se conviertan en excesos, tienen el potencial para hacernos pecar.
La Escritura dice que Jesús fue “tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado.” (Hebreos 4:15) Esto debe sernos de estímulo. Debido a que Jesús enfrentó la tentación, entiende lo que sentimos cuando personalmente somos tentados—y puede ayudarnos a resistirla. (Hebreos 2:18) El hecho que Jesús no pecó cuando fue tentado nos muestra que para nosotros también es posible resistir la tentación si seguimos Su ejemplo. La mejor manera de aprender a resistir la tentación es conociendo cómo lo hizo Jesús.